domingo, 3 de febrero de 2013

La foto del blog anterior muestra dos ideogramas chinos.

Yin:  un hombre arrodillado en en lado sombrío de la ladera.

Yang:  el sol calentando e iluminado la otra zona de la  ladera.

Yin: sombra - Yang: luz.

Lo sombrío es frío, quieto, oscuro, y se asimila al agua, por lo tanto desciende desde la montaña. Es interno hacia adentro, femenino,  es lento.  La luminosidad es calor, se asimila al fuego  y por lo tanto asciende y  se mueve, como llama de fuego.  Es externo hacia fuera, masculino, es rápido. 

Estos atributos existen porque se comienza inmediatamente a relacionar con su elementos "opuesto", porque finalmente es el opuesto lo que lo lleva a nacer.  Es decir, no podríamos decir que algo es frío si no hubiese algo con que comparar y referirnos al otro concepto como su opuesto, en este caso calor.

Por lo tanto se debe comprender el Yin y el Yang como símbolos conceptuales que nos permiten realizar una observación del medio en que estamos inmersos y basarnos en una conceptualización, reconociendo si está en un equilibrio dinámico o si este balance está alterado.  Se podría asimilar a símbolos matemáticos.  

Desde mi perspectiva el ideograma chino es un maestro en señalar sencillamente la esencia de nuestras polaridades completamente complementarias. Todo puede ser atribuible a Yin-Yang.  Todo se mueve entre luz y sombras, entre estructura y esencia.  Al menos todo en este plano de existencia.

En la enfermedad el Yin Yang siguen presente pero fuera de su equilibrio.  De forma de compensar, si uno crece el otro decrece.  Si uno está en exceso el otro asume un déficit relativo.  Uno comienza a consumir al otro para mantener una sumatoria algebraica maravillosa.  Compensación.  

En kinesiología me enseñaron que debíamos evitar las compensaciones porque nos llevarán a un desgaste de otros elementos necesarios en otras funciones.  La funcionalidad, el observar el patrón alterado y volver nuevamente a reeducarnos podría llevarnos  realmente a un funcionamiento más inteligente de nuestro cuerpo.

Compensar no es malo es simplemente poco inteligente.  












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